Hace tiempo escuché a un grandísimo amigo "Si no gusta lo que te rodea empieza por mirarte a tí mismo", y hace poco escuché que lo que vemos en los demás no es más que lo que cada uno de nosotros llevamos dentro, que lo que vemos en los demás es la imagen en un espejo de nuestro interior.
Como seres sociales que somos nos rodeamos de nuestros semejantes, formamos grupos; de la asociación pueden florecer nuestros más bajos instintos o también podemos mostrar nuestro lado más brillante, podemos maltratar a uno del grupo para mostrarnos poderosos ante los demás o podemos colaborar para alcanzar objetivos que de otra manera no alcanzaríamos por nuestra cuenta.
Lamentablemente, muchas veces, sólo nos sentimos cómodos dentro un grupo luchando por un estatus, nos gusta ser más que los demás, demostrar que somos más fuertes, más guapos, más listos, más inteligentes, mas... y cuando lo hacemos despreciamos a quienes tenemos al lado por el mero hecho de aparentar, quedando visiblemente acentuado cuando aquellos a quienes queremos impresionar están presentes.
Viniendo del baloncesto, sé de la importancia que tienen los roles en un grupo o equipo, pero eso no da derecho a quienes ostentan la parte "alta" de la pirámide a mirar y tratar a los demás con desprecio, de hecho, si se mantienen en lo alto de esa pirámide es gracias a todos ellos (aunque sean fácilmente sustituíbles).
Recuerdo una frase de una canción de P!nk ("I have seen the rain"), "Stop looking over my shoulder and I´ll stop wondering what it means" ("Deja de mirarme por encima del hombro y dejaré de preguntarme lo que significa")
Y como decía Einstein "Todos somos ignorantes lo que pasa es que no todos ignoramos las mismas cosas", entenderlo es dar un paso a tratar a los que nos rodean con el respeto que se merecen... y este cuento me recuerda que, muchas veces, el tonto no es quien parece ser el tonto:
Fábula del tonto:
Se cuenta que en una ciudad del interior, un grupo de personas se divertían con el tonto del pueblo, un pobre infeliz de poca
inteligencia, que vivía haciendo pequeños recados y recibiendo limosnas.
Diariamente, algunos hombres llamaban al tonto al bar donde se reunían y le ofrecían escoger entre dos monedas: una de tamaño grande de 50 centavos y otra de menor tamaño, pero de 1 peso.
Él siempre tomaba la más grande y menos valiosa, lo que era motivo de risas para todos.
Un día, alguien que observaba al grupo divertirse con el inocente hombre, lo llamó aparte y le preguntó si todavía no había percibido que la moneda de mayor tamaño valía menos y éste le respondió:
- Lo sé señor, no soy tan tonto..., vale la mitad, pero el día que escoja la otra, el jueguito se acaba y no voy a ganar más mi moneda.
Nota: Me encantaría saber que opinas de mis artículos, siéntete libre de dejarme un comentario, y si tenéis alguna propuesta para algún artículo futuro estaré encantado de escucharla.
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